Los vinilos no impedían su copia... pero nadie -que yo sepa- duplicaba vinilos. Era mejor pasarlos a cinta, que no daba problemas.
Los vídeos traían sistemas anticopia, pero tan laxos que los grabadores se los saltaban sin problemas.
Las cintas y cartuchos del Spectrum y similares impedían su copia... y nacieron los copiones, mientras suspirábamos por un radiocasete con doble pletina.
Los disquetes impedían su duplicación. La cosa comenzó a sofisticarse y aparecieron las unidades virtuales, las herramientas de modificación de código, aprendimos ensamblador...
Los discos compactos incorporaron múltiples sistemas de protección (en ocasiones con mucha mala leche)... y nunca se vendieron más grabadoras y discos vírgenes, con programas como Nero haciendo las delicias de todos, además de formarse una generación de crackers muy atareada.
Los dvd venían blindados (eso dijeron)... y hubo quien llegó a comprarse camisetas con el código fuente de algo llamado DivX sólo por pitorrearse. Y los programas como el Anydvd permitían hacer copias de los discos sin mucho problema.
Ahora, todavía no tenemos del todo aquí al recién nacido Blu-ray y... ya está desprotegido.
Si tenemos derecho a la copia privada, y encima nos están cobrando un cánon por ejercer ese derecho (aunque luego no lo hagamos)... ¿Tenemos que hacer malabarismos para sortear los sistemas anticopia?
Este mundo es de locos, pero así está el patio. Lo que es para reir (o llorar) es que pasan los años y todo sigue igual: Los poderosos ponen barreras y los usuarios se defienden como gatos panza arriba... ¡para poder consumir a su gusto! Se gastan millones en protecciones que tardan en romperse lo mismo que un cubito de hielo en la Antártida.
Y esos millones los repercuten sobre los consumidores, que al final son los que pagan y encima se tienen que callar.
La vida sigue igual... o peor.
Los vídeos traían sistemas anticopia, pero tan laxos que los grabadores se los saltaban sin problemas.
Las cintas y cartuchos del Spectrum y similares impedían su copia... y nacieron los copiones, mientras suspirábamos por un radiocasete con doble pletina.
Los disquetes impedían su duplicación. La cosa comenzó a sofisticarse y aparecieron las unidades virtuales, las herramientas de modificación de código, aprendimos ensamblador...
Los discos compactos incorporaron múltiples sistemas de protección (en ocasiones con mucha mala leche)... y nunca se vendieron más grabadoras y discos vírgenes, con programas como Nero haciendo las delicias de todos, además de formarse una generación de crackers muy atareada.
Los dvd venían blindados (eso dijeron)... y hubo quien llegó a comprarse camisetas con el código fuente de algo llamado DivX sólo por pitorrearse. Y los programas como el Anydvd permitían hacer copias de los discos sin mucho problema.
Ahora, todavía no tenemos del todo aquí al recién nacido Blu-ray y... ya está desprotegido.
Si tenemos derecho a la copia privada, y encima nos están cobrando un cánon por ejercer ese derecho (aunque luego no lo hagamos)... ¿Tenemos que hacer malabarismos para sortear los sistemas anticopia?
Este mundo es de locos, pero así está el patio. Lo que es para reir (o llorar) es que pasan los años y todo sigue igual: Los poderosos ponen barreras y los usuarios se defienden como gatos panza arriba... ¡para poder consumir a su gusto! Se gastan millones en protecciones que tardan en romperse lo mismo que un cubito de hielo en la Antártida.
Y esos millones los repercuten sobre los consumidores, que al final son los que pagan y encima se tienen que callar.
La vida sigue igual... o peor.