Tras el fin de semana en el Bierzo, no puedo dejar pasar la ocasión para anotar una parada en mi particular guía.
Nos hablaron de un local en Toreno donde podríamos degustar comida casera: Casa Salomé.
La historia reciente del local es algo digno de contarse: este local veterano que vivía momentos difíciles por el cierre de las minas pero pudo remontar el vuelo por la visita de Don Juan Carlos I y Dª Sofía, a la que siguió un nuevo afluir de clientes.
Nos hablaron de un local en Toreno donde podríamos degustar comida casera: Casa Salomé.
La historia reciente del local es algo digno de contarse: este local veterano que vivía momentos difíciles por el cierre de las minas pero pudo remontar el vuelo por la visita de Don Juan Carlos I y Dª Sofía, a la que siguió un nuevo afluir de clientes.
Pero el lugar lo merece por mérito propio y no por ese afán de seguir la estela de los famosos que nos suele caracterizar.
El comedor es amplio y bien iluminado, con las cocinas y una pequeña barra al fondo. Nosotros nos colocamos en un pequeño reservado a la izquierda, y eso nos permitió conservar una cierta intimidad.
El comedor es amplio y bien iluminado, con las cocinas y una pequeña barra al fondo. Nosotros nos colocamos en un pequeño reservado a la izquierda, y eso nos permitió conservar una cierta intimidad.
Como en los locales caseros de antaño, nada de formalidades. La dueña del local, Salomé, se dirije a nuestra mesa y nos dice lo que vamos a comer. No pregunta qué queremos, nos indica lo que hay. En esta ocasión nos ha tocado en suerte un cocido leonés de esos que hacen aflojar el cinturón y pedir tregua antes de acabar.
Pero si esperábamos escapar indemnes de allí, nada más lejos de la realidad. Con la sonrisa del vencedor, Salomé acude a rematar la faena tentándonos con una muestra de sus postres caseros: El flan, la tarta de Calatrava, la de castañas con queso de cabra... esas fueron algunas de las delicias que nos hicieron hincar la rodilla.
Y la humillación llegó en forma de café de puchero. A un adicto a la cafeína como un servidor el café de puchero es un desafío y un peligro. Pocos locales se atreven hoy día a ofrecerlo. Es más cómodo usar una cafetera automática, y la dificultad de conseguir un buen café de puchero aumenta su rareza, pero Casa Salomé puede presumir de tener un café que hace que se me salten las lágrimas.
Pero si esperábamos escapar indemnes de allí, nada más lejos de la realidad. Con la sonrisa del vencedor, Salomé acude a rematar la faena tentándonos con una muestra de sus postres caseros: El flan, la tarta de Calatrava, la de castañas con queso de cabra... esas fueron algunas de las delicias que nos hicieron hincar la rodilla.
Y la humillación llegó en forma de café de puchero. A un adicto a la cafeína como un servidor el café de puchero es un desafío y un peligro. Pocos locales se atreven hoy día a ofrecerlo. Es más cómodo usar una cafetera automática, y la dificultad de conseguir un buen café de puchero aumenta su rareza, pero Casa Salomé puede presumir de tener un café que hace que se me salten las lágrimas.
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