jueves, 29 de noviembre de 2007

LIBERTAD: EL PRECIO DEL PODER.

Decir que Neal Stephenson es un gran escritor dentro del género de ciencia-ficción no es, precisamente, descubrir la pólvora. Tampoco lo es decir que la democracia es un don cada vez más escaso en este planeta.
He acabado de leer Interfaz, un tecnothriller (menudo palabro) escrito a medias entre Neal Stephenson y su tío, quien firma con el pseudónimo de Frederick George.
Aunque esperaba más en el aspecto meramente literario, he de concederle a este libro la buena cualidad de hacer pensar al lector. Bueno, al lector que aún conserve una pizca de escepticismo y espíritu crítico, que en esta sociedad no es pedir poco.
Este libro, que ya data de 1.994 y que ha rescatado Ediciones B en su colección Nova, analiza la aplicación de la tecnología en política y se recrea en cómo es posible -e incluso sencillo- manipular a la opinión pública y los votantes si se tienen los medios suficientes, los conocimientos adecuados y las herramientas apropiadas.
Desafortunadamente el argumento avanza en ocasiones con excesiva lentitud y en otras divaga sin ahondar en las tramas secundarias, que podrían aumentar el interés y ofrecer mayor complejidad al total.
Esto se compensa con anécdotas históricas de campañas políticas (deberíamos decir mediáticas) que, a forma de condimento, salpican el libro y nos revelan los efectos especiales que rodean a un político metido en faena electoral.
Otro detalle en contra es, a mi parecer, el final (feliz y un tanto atropellado) al mejor estilo de las películas de Hollywood que desentona con el discurrir previo, bastante más tétrico y orweliano.
Para quien tenga dudas acerca de este sistema político que llamamos democracia, este libro le mostrará algunos artificios que rayan lo esperpéntico; y si, por lo contrario, se tiene una confianza plena en la democracia…este argumento ayuda a abrir un poco los ojos y quizás provoque algún momento de intranquilidad.
Y ya que el libro es estadounidense por ascendencia y contenido, dejemos una cita de un gran hombre de esas tierras:
Quienes son capaces de renunciar a la libertad esencial a cambio de una pequeña seguridad transitoria, no son merecedores ni de la libertad ni de la seguridad.
(Benjamin Franklin)

miércoles, 21 de noviembre de 2007

LA EXPOSICIÓN DE LOS HORRORES.

En el palacio Revillagigedo de Gijón, se puede visitar estos días una exposición de gran interés, dedicada a Leonardo da Vinci, en concreto a la recopilación de sus documentos llamada Códice Atlántico.
Da Vinci siempre ha atraído al público, y más desde que vió la luz la novela de Dan Brown, por lo que una exposición con este objeto tiene el éxito prácticamente asegurado.
Desgraciadamente, como muchas exposiciones de hoy día, ésta de la que escribo cae en el error de abusar del texto, lo cual es sorprendente en la era de la multimedia. Claro que un buen panel de letra impresa es más barato que una mala animación, y el dinero es el dinero (no en vano la exposición está patrocinada por una caja de ahorros)... pero aunque sí que podremos ver algunas maquetas verdaderamente bien hechas y muy llamativas, lo que más abundan son las palabras.
Y eso no sería grave si al menos estuviesen bien escritas, porque la profusión de faltas de ortografía salpicando los paneles explicativos es realmente notable y nada edificante.
Las hay de todo tipo: Indiferencia ante la correcta partición de las palabras al final de una línea (p.ej. “su- bmarina” o “astil- leros”), desconocimiento del pretérito imperfecto de indicativo (p.ej. “intentava”) o una indiferencia descarnada por el castellano (p.ej. “Las máquinas i los artilugios”), amén de varias expresiones que dejan a las claras una traducción apresurada desde otro idioma (casi con seguridad el inglés).
Un particular debe cuidar su ortografía. Por más que la gente se empeñe en relativizar este punto, la forma de escribir dice mucho de las personas, y un mínimo de corrección es lo básico que se puede pedir, de la misma forma que uno espera un mínimo en los modales o en el vestir.
Entonces ¿qué podemos decir de los responsables de una exposición? Deberían ir mucho más allá y no permitirse el más mínimo fallo. Si encontramos defectos en la forma, es imposible no pensar que también puede haberlos en el fondo, con lo que parte de los objetivos de la muestra se ven abocados al fracaso.
En resumen: una exposición atractiva en sus contenidos pero pesada en la forma, donde llaman particularmente la atención las reconstrucciones de distintos dispositivos ideados por Leonardo y los errores ortográficos.
Si uno tiene paciencia para tolerar esos fallos desde luego no debe dejar de acudir a verla.

domingo, 18 de noviembre de 2007

CON Z DE ZOQUETE.

Menudos zafarranchos lía el zagal. ¿Cómo zafarse de la zalamería abizcochada de ese adocenado zampabollos con faz de acelga? Menudo acertijo para todos. Menuda zozobra electoral para algunos.
El zarramplín se abalanza sobre votos como el de usted, ya que la cuenta de los suyos adolece de una progresiva delgadez agilizada por el aguacero de desaciertos en toda la nación. Mejor se dedicaba al ajedrez diplomático para no ser un hazmerreír internacional.
Con su habitual escasez de agudeza y largueza, y en acechanza de abrazafarolas ansioso, ofrece cientos de zanahorias para poder seguir convirtiendo el país en un zoológico sin cabeza.
Y, mientras, los demás a zapear en albornoz para no ver al zote zurear con alborozo al personal al aderezar la publicidad con su zarrapastrosa campaña de la zeta, empecinado en hacer cisco la ortografía por hacer una gracia zafia, que da acidez.
Zaherir a ese zoquete acorazado de candidez es difícil tarea.
Habrá que aguzar el ingenio, zarpar, e irse con los zulúes para perder de vista al zangolotino, o esperar a que abonance y veamos mejores aguas.
Ya ni el abecedario ilustre y sus académicos pueden mantener su habitual algidez ni le ven la gracia a esta zapatiesta, contestando con adustez a Zapatero: 'Necio. Haz mejoras , no cercenes la voz de la cultura.'
Con honradez, señor Z, da vergüenza verle lucir con tanta desfachatez esa resposabilidad vacía, sin ceses ni consecuencias por los cientos de chapuzas que ha producido su ceniza nulidad. Piense en cierta ciudad donde usan la cedilla, no la zeta. LLene su zurrón con algo de humildad y sinceridad... y con presteza desaparezca en un zis zas. Se lo agradecerán.
Con incierta esperanza se despide de usted un ABeCeDario destrozado, pero con la zeta donde corresponde.

domingo, 4 de noviembre de 2007

EL DESASTRE CONTINÚA.

Esto ya lo comenté hace tiempo, pero como el problema sigue vigente vamos a repetirlo.
Las obras en Gijón son algo perenne. Que supongan alguna mejora en ocasiones ya entra en el tema de lo discutible, pero que hay obras eso es un hecho innegable.
Como los responsables no se preocupan de paliar sus efectos, es la ciudadanía la que se ve forzada a sugerir medios de alivio. Lo cual nos hace pensar que, si los que gobiernan no cumplen su función... ¿Es imaginación mía o sobran?
El caso es que las obras del colector de lluvias en la zona de la Avenida Juan Carlos I siguen obligando a dar enormes rodeos a los ciudadanos, mientras ven cómo el carril habilitado para el tráfico de vehículos públicos se usa poco y genera trastornos en Rodríguez Sampedro.
Y eso genera cabreo vecinal que empieza a verse reflejado en pasquines como el que acompaña esta entrada.
¿Nos acordaremos de estas y otras cosas el día de depositar nuestra papeleta en la urna?
Gran pregunta.