miércoles, 21 de noviembre de 2007

LA EXPOSICIÓN DE LOS HORRORES.

En el palacio Revillagigedo de Gijón, se puede visitar estos días una exposición de gran interés, dedicada a Leonardo da Vinci, en concreto a la recopilación de sus documentos llamada Códice Atlántico.
Da Vinci siempre ha atraído al público, y más desde que vió la luz la novela de Dan Brown, por lo que una exposición con este objeto tiene el éxito prácticamente asegurado.
Desgraciadamente, como muchas exposiciones de hoy día, ésta de la que escribo cae en el error de abusar del texto, lo cual es sorprendente en la era de la multimedia. Claro que un buen panel de letra impresa es más barato que una mala animación, y el dinero es el dinero (no en vano la exposición está patrocinada por una caja de ahorros)... pero aunque sí que podremos ver algunas maquetas verdaderamente bien hechas y muy llamativas, lo que más abundan son las palabras.
Y eso no sería grave si al menos estuviesen bien escritas, porque la profusión de faltas de ortografía salpicando los paneles explicativos es realmente notable y nada edificante.
Las hay de todo tipo: Indiferencia ante la correcta partición de las palabras al final de una línea (p.ej. “su- bmarina” o “astil- leros”), desconocimiento del pretérito imperfecto de indicativo (p.ej. “intentava”) o una indiferencia descarnada por el castellano (p.ej. “Las máquinas i los artilugios”), amén de varias expresiones que dejan a las claras una traducción apresurada desde otro idioma (casi con seguridad el inglés).
Un particular debe cuidar su ortografía. Por más que la gente se empeñe en relativizar este punto, la forma de escribir dice mucho de las personas, y un mínimo de corrección es lo básico que se puede pedir, de la misma forma que uno espera un mínimo en los modales o en el vestir.
Entonces ¿qué podemos decir de los responsables de una exposición? Deberían ir mucho más allá y no permitirse el más mínimo fallo. Si encontramos defectos en la forma, es imposible no pensar que también puede haberlos en el fondo, con lo que parte de los objetivos de la muestra se ven abocados al fracaso.
En resumen: una exposición atractiva en sus contenidos pero pesada en la forma, donde llaman particularmente la atención las reconstrucciones de distintos dispositivos ideados por Leonardo y los errores ortográficos.
Si uno tiene paciencia para tolerar esos fallos desde luego no debe dejar de acudir a verla.

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