lunes, 17 de agosto de 2009

GUÍA DEL MICHELÍN (III): ORLÉ

Aproximadamente a una hora en coche desde Gijón, y a 4 Km. de Campo de Caso, se encuentra el pueblo de Orlé. Allí podemos disfrutar de un regalo para los sentidos: el restaurante y hotel rural La Carasca.
Aquí en el norte gozamos de una bien merecida fama gastronómica, eso hace que los establecimientos hosteleros lo tengan difícil para destacar y adquirir renombre. La Carasca es una joya en este sector y tiene un magnífico futuro, porque lo que ofrece es impresionante.
Las habitaciones son acogedoras, limpias, cómodas y sobre todo tranquilas, pero lo que es de traca es la cocina.

  • Desayuno: ¿Quieres desayunar en un comedor rústico e íntimo o prefieres disfrutar de tu primera comida del día en una terraza con vistas a la montaña escuchando a los pájaros? Zumo natural, tostada kilométrica de pan de verdad y ración contundente de bizcocho casero. Para comenzar el día con energía.
  • Comida: Hay que dejarse asesorar por los chicos que llevan el negocio, pero mucho cuidado con el tamaño de los platos, por ejemplo el 'gran cachopo La Carasca' no es apto para estómagos inseguros y el lenguado relleno de oricio está para chuparse los dedos hasta el codo.
  • Cena: Si uno ha conseguido sobrevivir al almuerzo, lo mejor será optar por picar algo, pero en este establecimiento incluso las inocentes tapas y raciones esconden su trampa. Con una ensalada mixta o la especial de la casa (aviso: la especial lleva fruta) comen cuatro personas sin ningún problema, los calamares fritos no tienen nada que envidiar a los que podamos degustar en la costa, y el pastel de cabracho, suavecito y sabroso, viene en una cantidad apta para servir de barricada.
Calidad, cantidad, servicio exquisito y precio. Este sitio lo tiene todo. Palabra.
Planean ampliar el negocio instalando una parrilla, así que como mantengan el tamaño de las raciones será cuestión de pedir que se instale una unidad de atención médica urgente a la puerta.
Merece la pena acercarse y pasar unos días (o sólo comer y luego darse un buen paseo para bajar lo ingerido).

viernes, 14 de agosto de 2009

CON ZALAMEA COMO EN FUENTEOVEJUNA... ¡TODOS A UNA!

Cobrar derechos por obras cuyo autor lleva criando malvas desde hace más de tres siglos debería ser la gota que colma el vaso.
Desde el año 1.994 en Zalamea representan al aire libre la obra “El alcalde de Zalamea”, pero este año digan lo que digan hay crisis, así que la S.G.A.E. ha decidido recaudarse una paguita extra de verano a costa de este pueblo que ha sabido combinar lo cultural con lo turístico. Ya tenemos otra vez el lío montado.
Porque la representación se basa en una adaptación de Francisco Brines quien, salvo error, tengo entendido que cedió los derechos de la obra al pueblo (cosa más que encomiable), así que la cosa pasa de castaño oscuro.
A mí me parece que éste es el toque de clarín que llama a las armas. Para Siglo de Oro éste, por lo menos para la S.G.A.E., que cobran lo que se les antoja y cuando se les antoja sin que nadie les pare los pies.
¡A por ellos!

LES PAUL CONTINÚA.

Decir Les Paul es, para cualquier guitarrista, evocar un sonido y una estética particulares.
Las guitarras Gibson Les Paul han hecho vibrar a miles de melómanos en las manos de figuras tan destacadas como B. B. King (con sus dedos geniales como morcillas y un corpachón que hace que la Les Paul parezca de juguete) o Gary Moore.
Esos guitarristas le deben a Les Paul el haber creado una guitarra de cuerpo sólido con personalidad propia.
Ayer Les Paul, a los 94 años, moría en Nueva York. Pero su leyenda no ha muerto; está unida a su creación más emblemática (que no fue la única).
El rock'n'roll llora a una de las figuras que le dió forma.
Aunque no poseo ninguna Gibson Les Paul (la tengo en la lista) habrá que entonar algún riff blusero en su honor.
Un detalle que me ha venido a la mente al conocer su muerte ha sido que un guitarrista eminentemente de Les Paul como fue Eric Clapton ahora usa más la Fender Stratocaster, mientras que el mayor usuario de Fender que era Mark Knopfler ahora suele usar la Gibson Les Paul. Cosas de las seis cuerdas.

martes, 11 de agosto de 2009

MINDSCAN.

Tengo que recordarlo: "Hay que huir de libros que lleven en portada comentarios elogiosos de otros autores conocidos". Ya me ha pasado en varias ocasiones, pero no aprendo.
Mindscan podría dar mucho más de sí; el argumento tiene potencial: La mente de una persona puede duplicarse a la perfección y volcarse a cuerpos robóticos virtualmente inmortales. El protagonista se somete a ese proceso y emigra a la Luna, al lugar de retiro de los humanos escaneados, dejando en la Tierra a su copia. Este robot consciente prosigue con su vida, con todos los derechos legales (inquietante la referencia a los derechos de autor, esperemos que nadie de la S.G.A.E. lea el libro). Pero cuando el ser humano biológico intenta volver a la Tierra se lía el follón.
Desgraciadamente el libro se centra en exceso en un proceso legal, un juicio que se hace demasiado pesado y que hace avanzar el ideario argumental a paso de caracol. Sólo en los últimos capítulos surgen planteamientos más frescos y ágiles, pero todo queda en un intento fallido de hacer remontar un relato que cojea. Tiene momentos buenos, incluyendo algunos chistes simpáticos, pero no da la talla.
En los comentarios sobre el autor se indica que escribe con un estilo similar a Isaac Asimov...y yo digo que ya quisiera. Asimov fue un monstruo capaz de sumergir al lector en todo un universo con unas pocas líneas, y tenía la habilidad de dejarte siempre con ganas de más, pero con este libro de Robert J. Sawyer yo ya he tenido suficiente.
De hecho si el libro hubiese sido un cuento corto habría ganado mucho.