sábado, 23 de mayo de 2009

ÁNGELES Y DEMONIOS.

Dan Brown repitió éxito con este título tras haber arrasado con "El código Da Vinci". En lo estrictamente literario esos libros no eran nada del otro mundo (y el segundo era claramente inferior al primero), pero engancharon a medio planeta y eso merece reconocimiento.
La película "El código Da Vinci" fue una digna traslación del libro a la pantalla (yo habría elegido para Robert Langdon a alguien más en la línea de Liam Neeson).
Ahora llega a mi salón "Ángeles y demonios" y descubro que esta película es mucho más floja que la anterior.
Se siguen las mismas líneas que la anterior historia: presentar la cara más siniestra y maquiavélica de la iglesia católica, algunos (menos de los deseados) acertijos indescifrados durante siglos que Langdon resuelve en cinco minutos y sin tomar notas, sociedades secretas con un poder tal que ya lo quisieran para sí muchos paises, y asesinos invencibles que pifian estrepitosamente cuando van a por el prota. Lo de siempre.
Por suerte en la película han evitado la escena más fantástica (y cinematográfica) del libro: cuando alguien salta de un helicóptero sin paracaídas, sólo con una bolsa de plástico para ejercer de tal, y no se mata (como si la bolsa del Currufur o del Mercatona sirviese para hacer parapente).
Y del detalle de la antimateria explosiva mejor no hablar porque, a poco que uno entienda de física, es para salir corriendo.
Lo dicho. Si no llega a ser por las vistas de Roma...
Pero da igual. Por mala que sea arrasará en taquilla. A pesar de que la gente ya la ha visto (con otro título).

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