miércoles, 24 de febrero de 2010

INVICTUS.

Clint Eastwood es un maestro del cine. Cuenta historias que atrapan desde el primer fotograma. El argumento de su última película no puede aparentar ser más sencillo: Un recién elegido Nelson Mandela decide impulsar a la selección de rugby de su país, anterior símbolo del apartheid, para convertirla en un emblema de la nueva Sudáfrica.
Una trama así no parece excesivamente cautivadora ni interesante, más bien parecería una muestra más de ese cine histórico que tanto les gusta a los sajones y que poco dice a los ajenos a los acontecimientos relatados. Eastwood evita esto. La forma de contar la historia es la que hace a esta película una pequeña joya cinematográfica. Recuerda a las películas de antes: un argumento sólido, personajes dibujados con precisión en unas pocas escenas, un relato positivo de superación, valores, tesón...
No entro a discutir su rigor histórico; para esta obra no me importa si el personaje de Mandela ha sido tratado con excesiva bondad, o si el relato es demasiado optimista. Sólo digo que las más de dos horas del metraje se dejan ver sin ningún esfuerzo para dejarnos una buena sensación al final. Merece la pena verla.
Y gracias a esta película podremos descubrir un bonito poema que, para los angloparlantes, es el equivalente a nuestra "Canción del pirata". Quizás por ello no se entra en detalle a mostrarlo.
El poema que da título a la película es éste:

INVICTUS (De William Ernest Henley)
Out of the night that covers me,
Black as the Pit from pole to pole,
I thank whatever gods may be
For my unconquerable soul.

In the fell clutch of circumstance
I have not winced nor cried aloud.
Under the bludgeonings of chance
My head is bloody, but unbowed.

Beyond this place of wrath and tears
Looms but the Horror of the shade,
And yet the menace of the years
Finds and shall find me unafraid.

It matters not how strait the gate,
How charged with punishments the scroll
I am the master of my fate:
I am the captain of my soul.

TRADUCCIÓN.
(
Aproximada. He tratado de que rimase también en castellano.)

En la noche que sobre mí se cierne,
negra como un pozo insondable,
agradezco a los dioses que hubiere
por mi alma inconquistable.

Caído en las garras del azar
no me he estremecido ni llorado.
Ante el destino al golpear
mi cabeza sangra, mas no la he postrado.

Más allá de este lugar de cólera y lágrimas
acecha de la sombra el Horror,
y de los años la amenaza
me encuentra y me encontrará sin temor

No importan los apuros del camino
ni con cuantos castigos la sentencia me carga.
Yo soy el dueño de mi destino.
Yo soy el capitán de mi alma.

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