miércoles, 9 de enero de 2008

EL VIEJO BILL COGIÓ LA PUERTA.

El tiempo pasa volando. Bill Gates, el viejo Bill, se retira.
Parece que fue ayer –y han pasado casi 26 años- cuando puse mis manos sobre un ZX-Spectrum de teclas de goma y 48Kb de memoria, con el lenguaje Basic como ‘sistema operativo’. De aquella uno soñaba con hincarle el diente a un IBM Pc y convertirse en un Matthew Broderick (pero sin guerra mundial), y resulta que Bill ya estaba entre bambalinas.
Algún tiempo después, con los primeros pelos y las hormonas a tope, los IBM Pc ya no eran aquellos monstruos exclusivos y por doquier proliferaban los ordenadores ‘clónicos’. Funcionaban de una forma digna con un sistema operativo llamado MS-Dos. Implicaba teclear mucho, pero permitía un mayor control de la máquina. Y el nombre de Bill comenzaba a sonarnos como un joven y simpático genio informático con ficha policial de conductor borrachín.
Pasaron otro puñado de años y comenzó la odisea de los colorines y las ventanitas. Nacía el ‘azul Windows’ que algunos ya casi recordamos con nostalgia (lo que tiene el paso del tiempo, que incluso cosas así las tiñe de optimismo). Y el viejo Bill se nos aparecía hasta en la sopa. Aprendimos a desconfiar de su cara de no haber roto nunca un plato, de sus maniobras de monopolio… Después de Darth Vader, era el malo maloso más malo de todos los malos. Y rico. Muuuuuuy rico.
Llegó el nuevo siglo, cambió el mundo y también las ventanas cambiaron. Con el XP, que no era un crismón romano ni un emoticono representando a Bill partido literalmente de risa y sacando la lengua a los usuarios, pareció haber un momento de paz. Algunos pensaron que por fin tendríamos un sistema operativo de verdad, pero Microsoft cada vez se parecía más a una mafia ciberpunk. Y Bill ya no sonreía tanto en sus apariciones. Además ahora sabíamos que tenía una fundación humanitaria y más pasta que el Tío Gilito y Rockerduck juntos.
Han volado un par de años. Ahora tenemos más colorines y efectos con Windows Vista, menos pelo en la cabeza y más ojeras (a pesar de las gafas quien sí que tiene vista es Bill). El efecto 2.000 nos provoca sonrisas nostálgicas y embarazosas…y llega el momento del retiro.
Son legiones los que, sabiendo que hay algo mejor, siguen usando sus sistemas operativos por temor a lanzarse a un mundo nuevo, pero Bill no tiene esos miedos. Ha decidido dejarlo todo para hacer el bien, cual jedi que vuelve del lado oscuro.
¿A quién lanzaremos tartas ahora? ¿a quién pondremos verde cuando un sistema operativo no haga lo prometido y haya que modernizar los componentes del ordenador para obtener lo mismo pero con más colores y fanfarrias? ¿A quién demonizarán –con cierta razón- los partidarios del código abierto y el software libre?
Bill se va y no puedo menos que comenzar a añorarle. Esto no va a ser lo mismo a partir de ahora. Sólo me quedará ver 'Conspiración en la red' y recordar a Billy el niño. El viejo Bill.

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