jueves, 19 de noviembre de 2009

2012. PARA MEAR Y NO ECHAR GOTA.

Si uno tiene grandes expectativas sobre algo es fácil verse defraudado, y viceversa. Yo no me esperaba ninguna obra de arte y a pesar de todo casi me corto las venas. Decir que 2012 es mala es quedarse corto, muy corto. Y eso que iba avisado, porque el director es Roland Emmerich, que lo mejor que ha hecho fue "Independence day". Vamos, que ¿quién me mandaría a mí...?
El caso es que este bodrio consiste en una enorme sucesión de despropósitos y sólo mejora al final; cuando se acaba y uno puede huir.
La única justificación para su existencia (como no sea un experimento sociológico a nivel planetario) es mostrar lo último en efectos especiales, así que con ver el trailer habremos disfrutado de lo más logrado de la cinta y nos habremos ahorrado sufrirla.
Huidas imposibles, personajes insufribles y argumentos inexistentes, formando un conjunto inaguantable y previsible. Eso sí, todo ello presentado con el mejor envoltorio que un ordenador puede ofrecer. ¿Quién quiere guiones e ideas cuando tenemos ordenadores con efectos digitales?
Y lo más sorprendente de esta película es que está resultando un exitazo. Es la prueba palpable de que el triunfo del cine de Hollywood se basa en una descerebrante promoción comercial capaz de obrar milagros.
Para ir a mear y no echar ni gota, como la niña de la película.

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