jueves, 26 de junio de 2008

CÓMO ANDA EL PATIO.

Ahora que las clases han terminado vamos a contar un cuento de esos que ponen la carne de gallina.
Un alumno va a trancas y barrancas durante todo curso, esforzándose lo justo (lo que hoy día significa nada).
Sus padres no se dignan aparecer ni una sola vez por el centro para hablar con su tutor y profesores de la vacilante evolución de su hijo. Nada sorprendente en estos tiempos que corren.
LLega el fin de curso y el muchacho suspende matemáticas, pero que nadie se ponga nervioso: aún queda la recuperación global de Junio (poco menos que un mero trámite para conseguir el aprobado por la cara).
Se plantea un exámen de mínimos (nombre de lo más adecuado) de hora y media. Es el mismo exámen del curso anterior (y con idéntica duración), lo cual se lo pone todavía más fácil al alumnado, a poca picardía e interés que le echen.
LLegado el día comienza el exámen y, durante el mismo, profesor y alumno pierden 10 minutos de reloj debido a que de las tres fotocopias del exámen una viene en blanco. Subsanado este fallo prosigue la prueba. Pasan dos horas y el chaval ha contestado 6 preguntas de las 14.
Una vez corregido el ejercicio, su nota no llega siquiera al 2 (eso sin descontarle nada por las faltas de ortografía, en cuyo caso hablaríamos de puntos negativos). El curso pasado todos los alumnos que realizaron la misma prueba en 90 minutos sacaron un mínimo de 4 (y aprobaron casi todos).
Bueno, pues de cabeza a Septiembre... Y aquí empieza el espectáculo bochornoso y lamentable.
Los padres aparecen (ahora que peligra el verano) cual angeles vengadores y presentan una reclamación oficial, encarándose con el docente. Sus argumentos son tan lógicos, razonables y acertados como los que siguen:
- El exámen era muy largo: Lo primero que se me ocurre es preguntarles quiénes son ellos para juzgar eso, pero como soy educado digo ¿cuando el chico llegue a la P.A.U., si es que llega visto el carrerón, exigirán también un tiempo extra para su vástago? ¿Cómo es que otros alumnos son capaces de aprobar la misma prueba en los 90 minutos? ¿Por qué su progenie ha de disfrutar en exclusiva de ese privilegio?
- Que el niño es lento: Quizás si hubiese estudiado más y hecho más ejercicios en lugar de pasarse el curso tocándose los... De todas formas si el niño es lento es algo que tendrá que afrontar, no todos somos Carl Lewis y no se acaba el mundo. Forrest Gump se reveló como un fantástico corredor de fondo, por ejemplo.
- Que perdió un tiempo vital por el follón de las fotocopias: Si en 110 minutos (recordemos que el tiempo acordado era de 90 minutos) completó 6 cuestiones, 10 minutos más no le dan ni para contestar otra pregunta completa, así que calificar de vital el tiempo perdido es bastante exagerado. Siendo muy optimista le supondrían poco más de 8 décimas. Vamos que, en el mejor de los supuestos la nota final quedaría rozando el 3. Todo un cambio ¿verdad?
- Que no conocía los criterios de evaluación (se leen a la clase el primer día, permanecen a la vista de todos en el tablón de anuncios a lo largo de todo el curso y se repiten antes de cada examen, recuperación y evaluación, pero ya se sabe que los chicos de hoy lo de leer más de dos líneas lo llevan francamente mal, y de la memoria ya ni hablemos).
El profesorado queda sorprendido por tal situación (hay estupideces que uno no puede imaginar aunque se ponga a ello). Vistas las formas de los defensores del zot... perdón, del alumno, dudan si doblegarse ante los energúmenos de los padres y vivir tranquilos o si conservar su autoridad, dignidad y criterios y mantenerse en sus trece.
La dirección manifiesta un tibio apoyo al docente, insinuando que sería más fácil arrojar la toalla antes de permitir que los inspectores (como la policía política soviética pero sin los gorros de piel), aparezcan en escena, sobre todo debido a su condición de colegas y/o presuntos amigos de uno de los progenitores.
El profesor es un profesional con una licenciatura (de las de 5 años de estudio y esfuerzo intensos, no de las de ahora) en una carrera de las más jodidas -con perdón-, más de una década de experiencia docente probada y mucha manga ancha a la hora de aprobar a los cenutrios que pueblan las aulas, pero tiene que justificar sus actos como si fuera alguien sin formación ni tablas, y se ve forzado a defender su inocencia y buen hacer ante cualquier peregrina objeción planteada por parte de los sabiondos y resabiados de los padres, o de los soberbios y necios de los hijos.
Este sistema educativo desmoraliza al más valiente. Sólo con mucha entereza, autoconfianza y eficiencia (vamos, con profesionalidad) se puede afrontar una lucha tan desigual, en la que el profesor se descubre abandonado y traicionado por todos. El tiempo nos mostrará a dónde lleva esto. Desde luego a ningún sitio recomendable.
Este cuento no ha acabado todavía. Yo tengo claro cómo debería finalizar, pero se aceptan apuestas.
Cómo anda el patio.

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