viernes, 21 de septiembre de 2007

POLÍTICA DE REBAJAS.

Estamos en época electoral. Falta mucho para acudir a votar, pero ya comienzan a incentivar nuestra presencia ante las urnas con la proverbial zanahoria ante el hocico en forma de promesas. Es lo que pasa cuando el resultado se augura muy ajustado. Es época de promesas que no cumplirán, pero prometer es gratis, y si pica alguien...
No debemos engañarnos, este país no vota con la cabeza, sopesando argumentos y proyectos (inexistentes y sospechosamente similares), recordando trayectorias (vergonzosas y poco edificantes) y cuestionando lo hecho hasta el momento (poco o nada). Este país vota con el estómago y el corazón, prestando atención a promesas que ofrecen llenar el primero y a la demagogia que confunde el segundo.
Si no fuera tan serio sería casi de risa. De hecho algunos aprovechan y ya se cachondean de la fiebre de promesas, usándola con fines publicitarios.
Y además los políticos se suben el escaso sueldo que perciben, no vaya a ser que no les dé para alquilar un minipiso o para pagar una hipoteca. ¿Alguien ha visto una sesión 'ordinaria' del congreso o el senado de esta nación? ¿Por qué hay tantos asientos en ambas cámaras si en un día normal con la décima parte tienen de sobra?
Mientras tanto en otros lugares del globo, como Francia por no ir más lejos, se ajustan el cinturón para afrontar la más que previsible recesión que se nos echa encima y el 'cansancio' de un sistema demasiado permisivo (aunque sea encarando una más que previsible reacción del sector público, que al final es el que siempre conserva su tajada).
Aquí el trabajador de la calle, que no ha visto ni de lejos las 35 horas semanales (más bien habrá sufrido las 70 cobrando 30) y para quien la única conciliación familiar y laboral es el no poder tener una familia si quiere trabajar, ve que además va a tener que jubilarse -a este paso- a los 90 años para poder percibir una jubilación.
Eso sí, el sector público trabaja, en muchos casos, 30 horas semanales (sobre el papel, que en realidad ya sabemos que se quedan en 20 más o menos) sin problema en conciliar su vida familiar (o social sin más) y laboral, sus puestos son intocables y disfrutan de todas las ventajas que uno puede imaginar.
Esto terminará reventando por algún lado, pero de momento el pato lo pagamos los de siempre.
Y cuando alguien avisa de las corruptelas, como Daniel Gutiérrez Granda en Asturias, no es por honradez, no se vayan ustedes a engañar. Es por rencillas internas dentro de los partidos. ¿O alguien se cree que después de 20 años viviendo en y del sistema, de repente este sujeto ha visto la luz como Saulo camino de Damasco?
No nos merecemos esta casta política. ¿O tal vez sí?
La verdad, prefiero las promesas electorales belgas. Aunque sean mentira.

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